El alma del entrenador
El momento más..., un segundo!! ¿Cómo definirlo? ¿Cómo explicar una emoción y unas sensaciones tan ingrávidas, un sobresalir de ti mismo?Podríamos decir, coloquialmente hablando claro, que ese momento, ese "subidón" en mi carrera deportivacomo competidora no fue aquel en el que las notas del himno español chocaron en mis oídos, como muchos dijeron, o aquel en el que el pabellón se alzó para vitorear unas ejecuciones sobre el tatami al grito de " ¡Olé!!", gracias a los cuales nuestra exposición engrandeció, no, tampoco aquella medalla que, si bien guardo con todo cariño, no es sino un símbolo material de un instante de grandeza, cuando la grandeza debería ser eterna, y humilde, y llevarse en el corazón, siempre.
No.Mi verdadero momento fueron las lágrimas, pocas y sinceras (no se necesitan más), de un MAESTRO que no requiere presentación porque toda esta familia del Ju Jitsu conoce.
Lágrimas que se curtieron con horas de entrenamiento, de sacrificio, de trabajo duro.Lágrimas que hablaban de los días de tensión acumulados cuando entrenador y competidor coordinaban un esfuerzo para llevarlo a su máxima y aún a más si cabía, siempre a más. Lágrimas que, aún ya antes, fueron derramadas, mejor dicho, estallaron en el frío hogar de un gimnasio por las controversias llevadas a cabo entre ambos, ya que no siempre acordaban la misma ejecución de un ejercicio. Lágrimas que se tornaban en risas con el apoyo incondicional de los compañeros de fatigas, los de siempre, los de ahora, los que insistían e insisten en hacer del entrenamiento una pausa de la obligación más debida. Lágrimas, abrazos, alborozo, saltos de alegría, más saltos, más lágrimas, más abrazos... y alguna que otra proyección de enhorabuena, ¡¡ que también cayó!!! (Recuerdo perfectamente verme sorprendida por un tai-otoshi que, vulgarmente dicho, ¡¡ casi me desloma!!).
Todo esto os parecerá sencillamente una cursilería y posiblemente lo sea, yo lo sé, lo es, pero mi única pretensión ha sido premiar con estas líneas a todos los entrenadores, y muy, MUY EN ESPECIAL A UNO porque... lleguen o no a llorar por un resultado, sea el resultado que sea, su constante trabajo e imbatible confianza recíproca para con el competidor hacen posible todo. Todo... menos lo inexpresable del sentimiento que he intentado plasmar en este modesto artículo.
Lágrimas que se curtieron con horas de entrenamiento, de sacrificio, de trabajo duro.Lágrimas que hablaban de los días de tensión acumulados cuando entrenador y competidor coordinaban un esfuerzo para llevarlo a su máxima y aún a más si cabía, siempre a más. Lágrimas que, aún ya antes, fueron derramadas, mejor dicho, estallaron en el frío hogar de un gimnasio por las controversias llevadas a cabo entre ambos, ya que no siempre acordaban la misma ejecución de un ejercicio. Lágrimas que se tornaban en risas con el apoyo incondicional de los compañeros de fatigas, los de siempre, los de ahora, los que insistían e insisten en hacer del entrenamiento una pausa de la obligación más debida. Lágrimas, abrazos, alborozo, saltos de alegría, más saltos, más lágrimas, más abrazos... y alguna que otra proyección de enhorabuena, ¡¡ que también cayó!!! (Recuerdo perfectamente verme sorprendida por un tai-otoshi que, vulgarmente dicho, ¡¡ casi me desloma!!).
Todo esto os parecerá sencillamente una cursilería y posiblemente lo sea, yo lo sé, lo es, pero mi única pretensión ha sido premiar con estas líneas a todos los entrenadores, y muy, MUY EN ESPECIAL A UNO porque... lleguen o no a llorar por un resultado, sea el resultado que sea, su constante trabajo e imbatible confianza recíproca para con el competidor hacen posible todo. Todo... menos lo inexpresable del sentimiento que he intentado plasmar en este modesto artículo.
Nieves Molina
ARTICULO PUBLICADO EN EL PERIODICO MENSUAL DOMINGOGOLM DE MOSTOLES
1 comentario:
solo decirte Nieves que de cursi NADA y dejo estos pensamientos y que cada uno saque sus conclusiones Cada lágrima enseña a los mortales una verdad.
No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad.
Lo malo del amigo es que nos dice las cosas desagradables a la cara; el enemigo las dice a nuestras espaldas y como no nos enteramos, nada ocurre.
Louis Charles Alfred de Musset
el reberendo
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